Regulación de la IA: Más un acelerador de su adopción que un freno

La aparición y la creciente adopción de la IA generativa y el acuerdo para la aplicación de la Ley de Inteligencia Artificial de la UE coincidieron de forma extraordinaria. Estos dos factores han catalizado el renacimiento de la inteligencia artificial (IA) en muchas empresas. Es cierto que las empresas ya aplicaban la IA aquí y allá en sus organizaciones, pero para responder al impacto de estas dos fuerzas exógenas, se requería una forma totalmente nueva de pensar y hacer.
De repente, todas las miradas estaban puestas en la IA. Una gran demanda de nuevas herramientas de IA provino de todas las partes de una organización: los desarrolladores utilizaron copilotos de IA para crear y anotar código. Los equipos de ventas utilizaban la IA para redactar correos electrónicos para los clientes. Los equipos de marketing elaboraban campañas localizadas y traducían mensajes utilizando nuevas herramientas de IA generativa.
Al mismo tiempo, los ejecutivos y los consejos de administración querían “hacer algo” para captar las posibles ventajas competitivas. Según un estudio de NTT reciente, el 89 % de los CEO de todo el mundo considera que la tecnología de IA es fundamental para mantener la rentabilidad; el 77 % prevé aumentar los presupuestos de IA en 2025. Por otro lado, el 87 % identifica una necesidad urgente de marcos de gobernanza de la IA, preocupados por la privacidad de los datos y la ciberseguridad. Y, por supuesto, muchos se preocupan por los riesgos tanto para los ingresos como para la reputación. Además, la cuestión, siempre presente, en torno a los costes de la IA inquietaba a muchos CFO. Según un estudio reciente de CFO, al 33 % le preocupaba la falta de capital para invertir. Aproximadamente la mitad de los encuestados afirmaron que si una inversión en IA no ofrece un ROI medible en un plazo de un año, sería difícil justificar una mayor inversión.
Dentro de las empresas, estas fuerzas —el interés y la adopción, las presiones de la competencia y la preocupación por los costes— crearon la tormenta perfecta. Para muchos, la tormenta culminó con una nueva estrategia de IA y desencadenó una ola de cambios organizativos y culturales. Implementar la IA a escala requiere una mayor eficiencia y coordinación, pero el cambio es difícil.
El verdadero catalizador de este cambio fue la Ley de Inteligencia Artificial de la UE, que entró en vigor en agosto de 2024, cuyos requisitos se aplican de forma progresiva. En un debate reciente, el Chief Data Officer de una farmacéutica global describió esta dinámica. Como una organización distribuida tradicionalmente, cada unidad de negocio impulsaba sus propias iniciativas de datos e IA. Conocían mejor sus negocios, ideando iniciativas que abordaban sus desafíos y gestionando sus propios proyectos de datos e IA. Históricamente, los esfuerzos por centralizar las iniciativas de datos e IA habían encontrado resistencia. Sin embargo, a continuación vino la Ley de Inteligencia Artificial de la UE, que exige transparencia en el uso de la IA y responsabilidad por los resultados obtenidos. De repente, todo cambió. Para este CDO, “la Ley de Inteligencia Artificial de la UE promoverá una visión completa de la IA en toda la empresa”. Todos los modelos de IA que se ponen en producción para la toma de decisiones se clasificarán ahora a nivel empresarial, lo que aumentará la visibilidad en toda la organización. Nos guste o no, esa era la ley.
La regulación se ha convertido en una herramienta eficaz para que los equipos de datos y de tecnología de la información (TI) federen las actividades de datos distribuidos. En la empresa farmacéutica, el equipo central de datos pudo imponer requisitos de gobernanza de la IA para mitigar el riesgo de incumplimiento, pero también para ofrecer una “póliza de seguros” y evitar que las unidades de negocio tuvieran problemas. Además, con la necesidad de catalogar y evaluar el riesgo de la IA surgió una visibilidad que ahora impulsa una mayor colaboración, lo que llevó a pensar en “Oye, tienen una herramienta genial. ¿Y si la aplico a mis datos?” o “¿y si unimos nuestros datos para mejorar la precisión?” En el sector de la fabricación, por ejemplo, un modelo de predicción de defectos puede beneficiarse de los datos de diferentes equipos de productos. El equipo de datos puede ayudar a establecer este tipo de conexiones en toda la organización para acelerar los proyectos y encontrar sinergias y eficiencias. Por lo que vemos, lejos de sofocar la IA, la regulación será un catalizador de la colaboración y un factor determinante para reducir las ineficiencias. Sí, existe un requisito de cumplimiento que añade pasos adicionales, pero el beneficio colateral de la colaboración ayuda a los equipos empresariales a avanzar más rápido y con menos riesgos. Irónicamente, la regulación de la IA es un acelerador en la adopción de la IA más que un freno.
Irónicamente, la regulación de la IA es un acelerador en la adopción de la IA más que un freno.
Otros también comparten ese sentimiento. Según otro responsable de datos de un gran fabricante europeo de equipos médicos: “La Ley de Inteligencia Artificial de la UE ha sido el mejor aliado para los equipos de datos. Sin ella, tendríamos más dificultades para poner los temas sobre la mesa”. Tomemos como ejemplo los conocimientos sobre datos e IA. La Ley de Inteligencia Artificial de la UE establece que todas las personas de una organización necesitan formación. Aunque muchos responsables de datos se han sentido como Sísifo a la hora de implementar programas de alfabetización en datos, ahora —desde el 2 de febrero de 2025, cuando entró en vigor el requisito de alfabetización en IA— la Ley de Inteligencia Artificial de la UE lo exige:
Los proveedores y responsables del despliegue de sistemas de IA adoptarán medidas para garantizar que, en la mayor medida posible, su personal y demás personas que se encarguen en su nombre del funcionamiento y la utilización de sistemas de IA tengan un nivel suficiente de alfabetización en materia de IA, teniendo en cuenta sus conocimientos técnicos, su experiencia, su educación y su formación, así como el contexto previsto de uso de los sistemas de IA y las personas o los colectivos de personas en que se vayan a utilizar dichos sistemas.
La conclusión es que “la Ley de Inteligencia Artificial de la UE nos hará reflexionar más sobre cómo usamos las nuevas herramientas”. La reflexión es algo bueno.
"La Ley de Inteligencia Artificial de la UE ha sido el mejor aliado para los equipos de datos. Sin ella, tendríamos más dificultades para poner los temas sobre la mesa".